Paco ya está entradito en años. Todos sus amigos se han casado, mientras que él sigue buscando a la mujer perfecta, una cita tras otra.
Un día, un amigo suyo le preguntó: — ¿Cuál es el problema, Paco? ¿Es que no puedes encontrar a una mujer con la que compartir la vida, con lo buena persona que tú eres?
— No -contestó Paco-. He conocido a muchas chicas interesantes, que me han gustado mucho, pero en cuanto las llevo a casa a presentárselas a mis padres, mi madre no les da el visto bueno. Por eso sigo buscando.
El amigo, que era muy listo, le sugirió: — Mira, lo que tienes que hacer es encontrar una mujer que sea prácticamente igual a tu querida madre.
Semanas más tarde, Paco se volvió a encontrar con su amigo y éste le preguntó de nuevo: — ¿Qué pasó, Paco? ¿Pudiste encontrar a la mujer perfecta, a una igual a tu madre?
Paco se encogió de hombros y le respondió a su amigo: — Sí, di con una mujer que era igualita a mamá. Y, por supuesto, a mi madre le encantó. Enseguida se hicieron amigas.
— Entonces, estás con ella. Me imagino que vais en serio, le dijo el amigo todo feliz.
— Me temo que no. Mi padre no la soporta.