Una mujer le insiste su marido en que corte el césped del jardín, hasta que él se cansa y le dice: — ¿Qué crees que soy? ¿Un jardinero?
Otro día, la mujer acude a él para ver si puede arreglar el grifo del lavabo del baño. Y el marido se escaquea diciéndole: — ¿Qué crees que soy? ¿Un fontanero?
Dos días más tarde, se funde una lámpara y la mujer le pide a su marido que, por favor, la cambie. Él responde: — ¿Me has visto cara de electricista, acaso?
Visto el panorama, la mujer deja de insistirle. Un día de la semana siguiente, el marido regresa a casa y se encuentra el césped cortado, el grifo del lavabo arreglado y la lámpara con luz.
El hombre se sorprende y pregunta:
— Cariño, ¿qué ha pasado?
— Ha sido el nuevo vecino. Él lo arregló todo -responde la mujer.
— ¿Cómo le pagaste? ¿O es que lo hizo gratis?
— No -le explica la mujer- Él me dio dos opciones: Que le pagara haciéndole un buen pastel o acostándome con él.
— ¿Y de qué le hiciste el pastel? -pregunta el marido.
— ¿Qué crees que soy…? ¿Repostera?
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