Dos ancianos celebran sus setenta años de matrimonio. Han estado juntos prácticamente durante toda la vida.
El marido aprovecha el día del aniversario para hacerle a su mujer una pregunta que lleva tiempo rondándole en la cabeza:
– Cariño, estos setenta años a tu lado han sido maravillosos. Tenemos unos hijos estupendos, que son mi orgullo. Sin embargo, siempre he tenido una duda respecto a nuestro último hijo, el octavo, Máximo. Él no se parece físicamente en nada a sus hermanos. ¿Es que acaso es hijo de otro padre?
La mujer aparta la mirada de su marido, baja la cabeza y permanece unos instantes en silencio antes de responder:
– Sí, mi amor. Máximo es hijo de un padre distinto.
Con lágrimas en los ojos, el marido la anima a confesar la verdad:
– Dime. ¿Quién es su padre?
Ella se arma de valor. Mira a su marido a la cara y, finalmente, se lo dice:
– Tú. Tú eres su padre.