Un soltero llama emocionado a su madre para decirle que acaba de conocer a la que, sin duda, es la mujer de sus sueños. Y, ya que está, aprovecha la ocasión para pedirle consejo: – ¿Ahora qué hago, mamá?
Su madre le da una idea: – Cocina para ella. Mándale un esplendoroso ramo de flores con una tarjeta donde la invites a almorzar a tu apartamento.
Al hijo le pareció muy bien la estrategia.
Días más tarde, invitó a la mujer a comer. Y la madre llamó después para ver qué tal había ido la cosa.
El muchacho estaba hecho polvo: – Mamá, fue espantoso. Me sentí peor que mal… Ella insistió en lavar los platos.
– ¿Qué tiene eso de malo? – le preguntó la madre.
– Que aún no habíamos empezado a comer.